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Torre de los Guzmanes

La Torre de los Guzmanes, monumento con categoría B.I.C. desde 1985, es sin duda el símbolo de La Algaba y está situada en su centro histórico.

Fue mandada construir por Juan de Guzmán y Torres, primer señor de La Algaba, con el propósito de que cumpliera a la vez funciones defensivas y residenciales, a la usanza de las fortalezas señoriales que se construían en la época, en pleno ocaso de los castillos, demostrando así un claro deseo de permanencia en el lugar.

Las obras de construcción de la torre duraron escasos años, terminándose en 1446, si tomamos en cuenta la fecha inscrita en la lápida de mármol existente sobre su puerta de entrada y que se puede considerar como la de su conclusión. Esta lápida ostenta el blasón de los Guzmanes, señores “de Algava” y en la zona inferior de la misma leemos una inscripción en letra gótica minúscula con la siguiente transcripción: "Efta torre mando fas/ere juan de guzmán f/eñor defte lugar fijo de/l feñor don luis de gus/man maeftre q fue de ca/latrava año de UCC/CC e XLVI años". Asimismo la mencionada lápida, hace referencia a la vinculación que tenía la casa de Guzmán, con la orden militar y religiosa de Calatrava, llegando algunos de sus miembros a ocupar el maestrazgo de ésta y diferentes encomiendas de máxima importancia.

La Torre de los Guzmanes es un ejemplo de edificación señorial aislada, de planta rectangular, a la que con el paso del tiempo se han ido adosando viviendas por todo su perímetro, excepto por el vano de acceso.

Por su concepción arquitectónica y espacio no es útil como lugar habitable para los señores; por ello a partir del siglo XVI la Torre de los Guzmanes debió cerrarse y quedó inutilizada. Siguió la suerte de la gran mayoría de los castillos hispanos y en época de Felipe II, se hallaban en estado de completo abandono. A través de los años el personal fue reduciéndose progresivamente, desembocando en algún soldado viejo, guarda o criado, de la casa que cuidaba la fortaleza y con su presencia daba testimonio de posesión, representante de hecho del señorío de los Marqueses de La Algaba.

Cuando las frecuentes riadas del Guadalquivir anegaban a la población, la antigua torre era el punto más seguro, en el cual se refugiaban los damnificados.

Tras la Guerra de la Independencia, con la supresión de los señoríos jurisdiccionales, el vacío de gobierno sobre la villa de los señores de la misma, por entonces Condes de Montijo, es asumido por el Ayuntamiento que hereda la posesión de la torre. El municipio buscó la utilidad del edificio en su arrendamiento a particulares como granero, no obstante a comienzos del siglo XX cesa su uso como tal. A partir de entonces se abre de nuevo la alternativa al Ayuntamiento de la utilidad de la torre. Pocos años después se decide convertirlo en cárcel municipal. Tras la Guerra Civil Española, después de la publicación de los primeros estudios importantes sobre la Torre de los Guzmanes, se va tomando conciencia del valor histórico-artístico del monumento. En la actualidad alberga exposiciones temporales, se ofician bodas civiles y se destina como sala de conferencias culturales, presentaciones de libros, etc.

Aunque el estado de conservación de la torre parece haber sido siempre bastante aceptable, durante los siglos XIX y XX se llevaron a cabo diversas restauraciones, poco acertadas en líneas generales, que le dan el aspecto que contemplamos actualmente.

Se trata de una construcción mudéjar, a cuyo estilo responde su sistema de cubiertas, especialmente, las de los diferentes tramos de escalera y los grandes ventanales que se abren en las plantas primera y segunda, con vanos de ojiva túmida trilobulado, destacando el gran ventanal de arcos polilobulados gemelos, de clara influencia nazarita, que ha sido fundamental para clasificar esta construcción en estilo mudéjar.

Está edificada con ladrillo visto, incluso en el pavimento y la escalera de acceso, utilizando la piedra en algunos de sus elementos arquitectónicos como son ventanas y puertas. El espesor de sus muros es de dos metros en la planta baja, disminuyendo progresivamente en las plantas superiores.

Posee una altura de veintisiete metros dividida en cuatro plantas, que se comunican entre ellas mediante una magnífica escalera, que consta de dos tramos de planta a planta, cubierta con bóvedas de arista dispuestas escalonadamente en el sentido de ascenso de ésta y apoyando sus arranques en los muros perimetrales.

La planta baja es un recinto rectangular dividido en dos por un amplio arco, cubierto el primero por una bóveda vaída y el segundo, que da acceso a la escalera, por una bóveda de cañón. La primera planta está cubierta por una bóveda de cañón apuntado. La segunda o planta de honor se divide en dos estancias independientes, la primera es una especie de antecámara, de planta rectangular cubierta por dos tramos de bóveda de arista y una de cañón, que comunica con la sala de honor a través de un arco de ojiva. Esta sala es de planta cuadrada, cubierta con bóveda vaída y dos amplios ventanales y en ella destaca el gran ventanal abierto en el muro sur de la sala de honor, de arcos túmidos gemelos, con parteluz central compuesto por una columnilla de mármol estilizada y balaustrada de piedra con calada rosácea, de clara influencia nazarí. La tercera planta es un recinto abierto, con un patio en su zona central, flanqueado con pórticos cubiertos con bóvedas de arista. La torre culmina en una terraza, que rodea al patio descubierto de la tercera planta, delimitada en sus cuatro frentes por un antepecho a media altura abierto por una línea de saeteras y coronada por merlones encapuchados.

En los paramentos de sus cuatro frentes se abren vanos de diferentes tipologías, que no guardan simetría entre ellos, predominando las saeteras en la planta baja y ventanales en la primera y segunda planta.

El acceso a la torre se hace por la fachada meridional, alzado principal del inmueble. Presenta un vano de medio punto dovelado con grandes sillares de piedra y cubierto por una reja de hierro forjado así como una puerta de doble hoja de madera y clavazón. Sobre el acceso, a cierta altura del muro, aparece el escudo de los Guzmanes, que se encuentra sobre una placa de piedra de forma rectangular en la que aparece la inscripción citada anteriormente. En la zona superior de la fachada se abren tres vanos, el primero pertenece a la primera planta, es adintelado y está reforzado con un arco de descarga; el segundo es un amplio ventanal que abre al gran salón de la segunda planta y el tercero es una saetera abierta a la tercera planta.

Usos a lo largo del tiempo

Por su concepción arquitectónica y espacio la Torre de los Guzmanes no era útil como lugar habitable para los señores, por ello, a partir del siglo XVI debió cerrarse y quedó inutilizada, aunque durante las frecuentes riadas del Guadalquivir que anegaban a la población, la antigua torre era el punto más seguro, en el cual se refugiaban los damnificados, especialmente en la desastrosa riada de 1684.

Tras la Guerra de la Independencia, con la supresión de los señoríos jurisdiccionales, el vacío de gobierno sobre la villa de los señores de la misma, por entonces Condes de Montijo, es asumido por el Ayuntamiento que hereda la posesión de la Torre. El municipio buscó la utilidad del edificio en su arrendamiento a particulares como granero, no obstante a comienzos del siglo XX cesa su uso como tal. A partir de entonces se abre de nuevo la alternativa al Ayuntamiento de la utilidad de la torre. Pocos años después se decide convertirla en cárcel municipal; se construye un murete almenado entre dos casas adosadas a la fábrica del edificio, tapando la entrada original, y se coloca un pequeño azulejo con la inscripción “Cárcel Pública”.
Tras la Guerra Civil Española, después de la publicación de los primeros estudios importantes sobre la Torre de los Guzmanes, se va tomando conciencia del valor histórico-artístico del monumento. En la actualidad alberga exposiciones temporales, se ofician bodas civiles y se destina como sala de conferencias culturales, presentaciones de libros, etc.

La Torre y las riadas

A lo largo de los siglos y durante las frecuentes crecidas del río Guadalquivir y la rivera de Huelva que anegaban a la población algabeña, la Torre de los Guzmanes supuso en numerosas ocasiones la salvación de sus habitantes al ser el punto más alto y seguro de la localidad, en el cual se refugiaban los damnificados.
Desde el siglo XIII tenemos noticias de las virulentas riadas que asolaban nuestra localidad de manera continuada, no obstante, especiales, por su crudeza, fueron las crecidas de 1485, 1595, 1626, 1684, 1751 o 1892.

El Señor de Guzmán

Hijo de Don Luis González de Guzmán, señor de Andújar y Maestre de Calatrava, Don Juan de Guzmán y Torres, nacido en 1390, se instala en tierras sevillanas en 1440, cuando trueca Medina Sidonia, que le había sido concedida por el rey, al conde de Niebla, por La Algaba, Alaraz y el Vado de las Estacas, más las aceñas del rey y la Ina, convirtiéndose en el I señor de La Algaba.

La entrada del nuevo señor y la construcción de una torre de carácter cívico-militar, parece apuntar a que Don Juan de Guzmán quería hacer patente su poder sobre la villa y a la vez demostraba su temor porque ésta le fuese arrebatada. Sea como fuere, la construcción de la Torre de los Guzmanes viene dada no solo por el deseo de poseer una residencia eventual en el señorío de La Algaba por parte del señor, sino de plantear un bastión fuerte para resistir un posible ataque de alguna otra rama nobiliaria.

Don Juan de Guzmán mejoró sustancialmente estas posesiones, situadas en la fértil ribera del Guadalquivir, constituyendo la base de una sólida fortuna, que aumentó merced a sus actividades comerciales con Flandes. Tenía además importantes ingresos sobre las rentas reales, que en 1447 ascendían a 65.000 maravedíes.

Aliado con la Casa de Niebla en sus luchas contra la de Arcos, en 1468 sostenía 200 hombres de armas a su servicio. En 1473, en dichas guerras, Don Rodrigo Ponce de León intentó arrebatarle La Algaba, fracasando en el intento.
Contrajo matrimonio con doña Elvira de Guzmán y Aponte, hija de Don Alonso de Guzmán y de doña María de Aponte, de cuyo matrimonio nació, en 1430, el que fue II señor de La Algaba, don Luis de Guzmán.

Mitos y leyendas

Existe una leyenda en torno a la Torre de los Guzmanes, de la que se hace eco algún que otro historiador, y es la existencia de un túnel o pasadizo, que tenía su entrada en el suelo de la planta baja y que la comunicaba con el vecino pueblo de Santiponce, desembocando, según algunos, en Itálica y, según otros, en el monasterio de San Isidoro del Campo, fundado éste, en 1301 por Alonso Pérez de Guzmán, llamado “Guzmán el bueno”, antepasado de Don Juan de Guzmán.

Se dice que durante la intervención a la que se sometió la torre en los años 70 del pasado siglo se cegó esta apertura, alimentando más, si cabe, la citada leyenda.Otro de los mitos que ha perdurado a lo largo de los siglos es el del espíritu que se dice vaga entre los muros de nuestra torre, mito alimentado por las afirmaciones de un considerable número de personas que afirman haber oído ruidos inexplicables, voces y lamentos y que pudiera ser de uno de los muchos trabajadores que participaron en su construcción dejando en ella su vida.

Otra de las leyendas que circula en torno a la torre es la de un joven cristiano que se enamoró de una bella musulmana que trabajaba al servicio de Don Juan de Guzmán, llegando, por este amor, a entrar a formar parte de la cuadrilla de trabajadores que construían la torre para estar más cerca de ella, pero fue tal su suerte, que un mal día resbaló y cayó rodando por las escarpadas escaleras, falleciendo en el acto.

Centro de Interpretación "El Cielo Mudéjar de La Algaba"

La creación del centro de interpretación de la Torre de los Guzmanes, denominado “El cielo mudéjar de La Algaba” pretende acabar con el inmovilismo secular que existe en torno a este sobresaliente ejemplo de arquitectura mudéjar de nuestra comunidad. Crear un espacio lúdico y didáctico para difundir qué es y que funciones desempeñó esta torre medieval desde su creación hasta nuestros días, dar sentido a la historia y formar y entretener a propios y extraños en un escenario novedoso, este es nuestro reto a cumplir. Así, el mayor homenaje que hoy se le puede dar a este símbolo es la voz que durante tanto tiempo le faltó, para que en un futuro próximo el eco cultural de la Torre de los Guzmanes resuene en toda la comarca de la Vega sevillana.

Iglesia de Santa María de Las Nieves

Se encuentra situada en el centro de la población, en la Plaza de España de nuestra localidad.

Edificio mudéjar de tipo parroquial, con planta de cruz latina y tres naves sostenidas por pilares.

Su construcción corresponde a dos etapas diferentes, comenzándose a construir la primitiva iglesia a finales del siglo XIV y finalizándose durante la primera mitad del XVI. De este periodo se conserva la cabecera, con bóvedas de crucería, de las que sobresale especialmente la del crucero, que es de terceletes con prolongación estrellada hacia el ábside y que posee las particularidades dentro de las normas generales en las iglesias hispalenses de tener el ábside central rectangular y dos capillas a modo de absidiolas en las cabeceras de las naves laterales. Asimismo, durante el siglo XV se levantó la torre hasta el cuerpo de campanas.

Las puertas laterales corresponden a este periodo, no obstante hemos de reseñar que la puerta de acceso principal en aquel tiempo se encontraba al oeste, donde hoy se encuentra el coro, ya que lo habitual es que el ingreso al templo se situara a los pies de éste.

El resto del edificio fue destruido en el terremoto de Lisboa de 1755. Su reconstrucción se llevó a cabo por los arquitectos Pedro de San Martín, Tomás Zambrano y Pedro de Silva. De las naves reconstruidas, la central se cubre con techumbre de madera lisa y las laterales con bóvedas de arista, separándolas arcos rebajados. Las capillas anexas en el lado derecho deben ser de finales del siglo XVIII.

En 1925 los albaceas del testamento de Pilar García Desmaissieres encargan al arquitecto Juan Talavera una capilla, ésta, de estilo neogótico, planta cuadrada y cubierta de alfarje, se construye a los pies de la nave del Evangelio y posee un pequeño retablo renacentista de 1599 traído de Igualada.

Ermita de la Concepción

La Ermita de la Inmaculada Concepción es un templo religioso bajo la advocación de la Purísima Concepción de María Coronada, en el barrio de El Aral, antiguo El Aras y Alaraz.

Se conoce su existencia desde al menos el siglo XVIII, ya que las primeras noticias documentales datan de 1712. La ermita posee una sola nave y en su frente se sitúa un camarín que acoge la imagen de la Inmaculada Concepción. Se compone de la capilla y una vivienda anexa, donde habita el ermitaño encargado de cuidarla. Fue completamente restaurada en 1929 y se encuentra en muy buen estado de conservación.

Ampara a la Inmaculada Concepción, imagen de vestir del siglo XVIII, de especial veneración en La Algaba, que celebra su romería en el mes de junio, cuando la Virgen es trasladada a su capilla desde la Iglesia de Santa María de las Nieves, donde pasa el mes de mayo para su culto.
Asimismo en su interior se encuentra una imagen de San José, perteneciente a la escuela de Martínez Montañés al que le falta la figura del Niño, una imagen del Salvador y varias pinturas colgadas en los muros del Siglo XVIII sobre la vida de la Virgen.

Puente Rodríguez de la Borbolla

Muy próximo al norte de la ciudad de Sevilla, en el municipio de La Algaba y dando servicio a la C-431, que une la capital andaluza con Córdoba, se encuentra el puente Rodríguez de la Borbolla, popularmente conocido por todos los algabeños como el ”Puente Viejo”.

El puente Rodríguez de la Borbolla se construye por la necesidad de sustituir el antiguo paso de barcas que unía La Algaba con Sevilla. Según consta en el expediente de liquidación del tramo de la carretera de Lora del Río a Santiponce, en 1904 se planteó la construcción de un puente de tres tramos metálicos y un acceso compuesto por un gran pontón de fábrica con nueve bóvedas. Las obras, tras la subasta realizada en abril del mismo año, fueron adjudicadas a Medardo Ureña. A pesar de la rapidez de la adjudicación, surgieron una serie de problemas que obligaron a la rescisión de esta contrata en abril de 1909.

La necesidad de enlazar la carretera con Sevilla llevó a la concepción de un nuevo proyecto en 1913 siguiendo las pautas primitivas. El nuevo puente estaba también compuesto por tres tramos, éstos estaban formados por vigas metálicas de celosía parabólicas del tipo Bow-String, de 40 metros cada una, arriostradas en su zona superior y con tablero situado en la zona inferior de las mismas. Bajo él se situaba un entramado de celosía del tipo enrejillado en previsión de futuras canalizaciones para abastecimiento. Los tramos se sustentaban sobre pilas formadas por dos columnas o tubos metálicos de 2,40 metros de diámetro, rellenas de hormigón, ligeramente más anchas en la zona inferior y presentando el extremo superior rematado a modo de capitel toscano en el que apoyan las uniones de las celosías. Las columnas no están arriostradas entre sí salvo en la zona superior. La estructura se completaba con un pontón de fábrica de nueve bóvedas situadas en el margen izquierdo o de Sevilla.

Las obras fueron nuevamente subastadas, el 3 de junio de 1913, consiguiendo la adjudicación Mariano Rodríguez de Torres. Una vez iniciadas las obras, el contratista, debido a la necesidad de ampliación del desagüe, propuso la idea de añadir un cuarto tramo más a la parte metálica colocándola en el lado de La Algaba, añadiendo asimismo un nuevo pontón en el lado de Sevilla a continuación del ya proyectado e igual que el mismo. Además se propuso efectuar la cimentación de los estribos mediante la utilización de aire comprimido.

Las reformas fueron aceptadas. En el transcurso de la construcción se observó la acción socavadora de las aguas en el margen derecho por lo que el Servicio Central Hidrográfico construyó en 1914 unas defensas en este margen. A pesar de éstas, y debido a la fuerza del río se construye en 1917 encofrado metálico especial, conocido como coraza de Bianchini, en el frente de dicho margen, con una longitud de mil metros, siendo proyectado por Antonio Ybarra Miró. Posteriormente en 1921 fue reformado, como consta en el expediente administrativo, por José Roibal y Márquez. Tras todas estas vicisitudes la obra se finaliza en 1923.

En marzo de 1924, se produjo una gran crecida que por su fuerza y malas condiciones del terreno socavó los cimientos del tramo de avenidas produciéndose el derrumbamiento de las bóvedas del último pontón proyectado y tres del primero. En un primer momento, se pensó que la solución al problema sería la de ampliar el puente por lo que se proyectaron dos nuevos tramos de celosía que debían situarse hacia el lado de Sevilla sustituyendo a los pontones, pero el proyecto no fue llevado a término pues tras una posterior reflexión sobre las causas del hundimiento y observando los resultados positivos de la construcción del encofrado del margen derecho se optó por realizar una operación similar a la llevada a cabo anteriormente, esta vez en el margen izquierdo para refuerzo del mismo. La construcción la llevó a cabo la División Hidráulica del Guadalquivir en 1926 y se empleó el anterior sistema de coraza de Bianchini, proyectado ahora por Federico Hidalgo Díaz. A la vez se reconstruyeron los pontones siguiendo el proyecto original.
En 1926 tuvo lugar otra crecida que produjo el hundimiento de uno de los tramos de acceso al puente muriendo en el accidente trece personas. Además, el material arrastrado por la riada produjo graves desperfectos en las pilas metálicas. Tras las oportunas diligencias y vista la importancia de1 suceso, en 1927 se redactó un nuevo proyecto a cargo de Federico Díaz que abarcaba la reparación de los daños sufridos y la ampliación de las defensas del margen.
En 1934 Francisco Graciani Brazal redacta otro proyecto ante la amenaza de nuevos socavamientos. Las constantes reparaciones no habían permitido utilizar la sección inferior del puente bajo el tablero, preparada para abastecimientos de Sevilla; pero tras los refuerzos de 1934 se declaró útil por lo que en 1936 se instaló una tubería de hormigón para agua potable.

La última etapa del puente se inicia a principios de 1958, cuando se observan grietas profundas en el estribo derecho que amenazan con el hundimiento. Para subsanar los problemas, se redacta un nuevo proyecto de protección y consolidación de cimientos y muros a finales del mismo año y ante las necesidades del creciente tráfico entre La Algaba y la capital se propone la construcción de un nuevo puente de mayor capacidad, cuyo proyecto correrá a cargo de Pedro González. Para su construcción se realizó una variante de la C-43 que atraviesa el río unos kilómetros aguas arriba.

l nuevo puente fue construido entre 1975 y 1976, es de hormigón y está formado por vigas de hormigón pretensado de doble T, utilizando pilotes de hormigón como elementos sustentantes. Se trata de una obra estandarizada de hormigón armado pretensado que no presenta la singularidad del antiguo y que tiene como única característica diferenciadora los pilares arriostrados por medio de una viga transversal que refuerza su apoyo en el terreno. Con el normal mantenimiento no se han detectado problemas como los de su antecesor.

Una vez construido el nuevo, el antiguo fue cortado al tráfico por no reunir las condiciones de seguridad necesarias y tener un tablero demasiado estrecho. La poca consistencia del terreno en que se asienta le ha llevado a escorarse hacia el frente de aguas abajo. Actualmente se halla abierto a la circulación en dirección a la capital.

Debido a su mal proyectada construcción en varias ocasiones se ha producido el derrumbe de distintas partes del puente, estos hechos han tenido como consecuencia graves accidentes, como los acecidos en 1924 y 1926, en los que perdieron la vida varios vecinos de nuestra localidad.

En marzo de 1924, se produjo una gran crecida que por su fuerza y malas condiciones del terreno socavó los cimientos del tramo de avenidas produciéndose el derrumbamiento de las bóvedas del último pontón proyectado y tres del primero, pereciendo en la catástrofe catorce personas.

En 1926 tuvo lugar otra importante crecida que produjo el hundimiento de uno de los tramos de acceso al puente falleciendo en el accidente trece personas. Además, el material arrastrado por la riada produjo graves desperfectos en las pilas metálicas.

A partir del siglo XV se tienen noticias del paso de barcas que existía entre La Algaba y Sevilla para el comercio y la comunicación entre las dos poblaciones. Una de ellas fue bautizada con el nombre de “Santa Marta”, patrona de la villa.

El Consejo Algabeño arrendaba el negocio mediante subasta pública, que se hacía en el ayuntamiento y se adjudicaba al mejor postor. La tarifa para disponer del servicio ida y vuelta era de cinco céntimos a los que iban a pie y seis a los de caballo; a los forasteros se le encarecía teniendo que pagar tres céntimos a los de a pie y seis a los de a caballo por cada paso. Asimismo el adjudicatario tenía la obligación de pagar al consistorio dos pesetas diarias de renta.
Los puertos se hallaban situados en la margen derecha del rio Guadalquivir, sitio de La Lámpara, hoy la barriada de Las Moreras, pues de esta manera no podrían embarcar ni desembarcar otros barcos si no era con el permiso del Ayuntamiento.

La barca de La Algaba ha sido por tradición secular el principal medio de comunicación con el exterior de esta villa hasta principios del siglo XX cuando por el crecimiento de la población se hace necesaria la construcción de un puente que la uniese con la capital.

No queda resto alguno de este convento que existió extramuros de La Algaba. Fundado en la primera mitad del siglo XVI por don Francisco de Guzmán, I marqués de La Algaba, y su mujer doña Brianda de Guzmán y de la Vega, por el voto hecho a San Francisco de erigir un convento de religiosos en su honor si el santo les concedía la gracia de un primogénito, gracia que fue dada en 1530 cuando nace don Luis de Guzmán y Guzmán. El convento llegó a poseer durante el siglo XVIII hasta 40 religiosos y fue una destacada casa de estudios para los frailes que ingresaban en la orden. Fue suprimido durante la Guerra de la Independencia española a principios del siglo XIX, si bien no se desmanteló hasta finales del citado siglo a causa de la Desamortización de Mendizábal.

Tan sólo ha llegado a nuestros días la ermita de la Concepción, como parte que fue del antiguo convento franciscano de San Salvador, del siglo XVI, hoy extinto.

Hoy en día desaparecido, existen noticias de éste desde 1592 y fue fundado para prestar auxilio a los menesterosos y transeúntes. Asimismo se tienen referencias del hospital de San Bartolomé, establecimiento con las mismas características y del que tampoco ha llegado nada a nuestros días.

Emplazamiento

En 1989 la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno adquiere un solar en el barrio de la Cruz del Convento, construyendo la iglesia, sede actual ubicada en parte de los terrenos en los que en su día estuviese el anteriormente citado convento de San Francisco. En el año 2000 se realizó el traslado de las imágenes titulares de la hermandad y posterior consagración del templo.

De este templo destaca su artesonado de estilo neomudéjar y su retablo tripartito de estilo neobarroco presidido por un calvario con señor crucificado, además de las imágenes titulares.